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En el año 1979, el futuro doctor Antonio Armada tuvo que tomar una decisión con respecto a las prácticas obligatorias de la carrera. ¿Oftalmología o psiquiatría?

 

Ninguna de las áreas le llamaba la atención pero se decantó por esta última.

Sus prácticas fueron diferentes a las del resto de compañeros. Una vez conoció al responsable de equipo de psiquiatría, su pasión por la pintura le llevó a proponerle un cambio en el que sería su trabajo a lo largo de aquel mes: él quería dibujar.

  Un retrato a la locura  

Un día habitual en el centro para el Dr. Armada se basaba en entrevistar y dibujar a una serie de pacientes, normalmente tres, con la compañía de un auxiliar de clínica.

Un día que recuerda en especial, por ser el más curioso y completo, comenzaba pasando consulta con los especialistas. Formaba parte de la parte clínica, por lo que debía ir tomando nota de lo que ocurría. Después recorrían los talleres ocupacionales para conocer qué actividades realizaban los enfermos. Tras un breve descanso, comiendo todos juntos en el mismo comedor que los pacientes, continuaban visitando los talleres o consultaban archivos.

Actualmente el Dr. Armada sigue teniendo aquel cuaderno de dibujo en el que inmortalizó retratos, apuntes y conversaciones con los pacientes a los que entrevistaba. Una pequeña libreta que guarda un mes de prácticas y un estudio a través del dibujo que demuestra que no todo lo importante lo alberga solo la ciencia.

Como la curiosidad existe para complacerla, nada mejor que poder descubrir qué reflejaba Antonio entre sus páginas.

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