El silencio de la locura
"Mire doctor, eu estoulle aquí por tolo, pero non por tonto"
Las enfermedades de salud mental siempre fueron causa de rechazo y olvido. Aquellos que las padecían eran etiquetados por la sociedad como ‘casos perdidos’, por lo que muchos familiares los ingresaban en centros y se desentendían de ellos.
En el sanatorio de Toén, antes de la llegada de la democracia, la cual trajo consigo múltiples cambios de organización, las vías de acceso para acoger a un paciente eran dos: la beneficencia o el pago de una hospitalización privada.
A mayores había que cumplir dos requisitos para ser admitido: ser un caso recuperable y ser hombre.
Pese a la insistencia del director en reclamar un pabellón exclusivo para mujeres, su hospitalización no fue posible hasta el año 1983. Hasta entonces solo podían residir en el psiquiátrico de Conxo (Santiago de Compostela) o fuera de la comunidad autónoma, en centros de Barcelona o de Arévalo (Ávila).
Para intentar trabajar y erradicar la idea de abandono del paciente, el Dr. Cabaleiro creó las ya nombradas ‘Fiesta de la familia’ y ‘Día del enfermo’, donde familiares y pacientes disfrutaban de comidas en el exterior, simulando las conocidas verbenas de los pueblos.
“Al enfermo siempre se le llamaba por su nombre y se procuraba tratarlos con respeto y empatía, algo vital en psiquiatría”, explicaba el hijo del director.
El número 3
Tres debían ser los pacientes que ocupasen cada habitación. ¿La razón? Si hay uno puede intentar autolesionarse. Si hay dos y se pelean, no hay quien pueda avisar. Si hay tres hay solución para cualquiera de las problemáticas anteriores.
Pese a que la relación con los pueblos de los alrededores era buena y se velaba por la seguridad de los pacientes y el cumplimiento de las normas, no todo funcionaba siempre como gustaría y tanto el Dr. Cabaleiro Fabeiro como Lolo recuerdan algunos casos concretos.